
A pesar del impulso que la MEDITACIÓN y el MINDFULNESS han tenido en Occidente durante las últimas décadas, existen algunas creencias erróneas sobre el concepto y la práctica de esta técnica. Si bien es cierto que es una herramienta muy potente, no tiene propiedades mágicas y requiere de un cierto compromiso y práctica para percibir sus múltiples beneficios, que, en último término, se reducen a una nueva manera de percibir la realidad que nos permite vivir mejor y gestionar mejor las emociones.
Vamos a intentar “desmitificar” la práctica de la MEDITACIÓN y explicar lo que “NO ES” siguiendo a Sharon Salzberg (“El Secreto de la Felicidad auténtica)
No es una religión. No hay que ser budista ni hindú, se puede meditar y seguir practicando cualquier otra religión o ninguna en absoluto.
No se necesita ninguna habilidad o preparación especial. La MEDITACIÓN no es sólo para personas con cierto talento o de naturaleza serena. No hace falta ser un experto en permanecer sentado o quieto. Tampoco hay que esperar para practicarla en un momento en el que nos encontremos especialmente tranquilos, ni siquiera hay que estudiar antes de empezar. SI PUEDES RESPIRAR, PUEDES MEDITAR.
No requiere gran cantidad de tiempo al día. Aunque lo que recomendamos son sesiones de 20 minutos al día, puede empezar con sesiones de 5 minutos y después ir aumentando el tiempo. Lo más probable es que de manera natural se vaya aumentando el tiempo de cada sesión debido al bienestar que produce pero no es estrictamente necesario. Es más importante establecer una práctica regular que esforzarse por dedicarle muchas horas los días de práctica.
No elimina ni la tristeza ni los momentos malos de la vida. La MEDITACIÓN no cambia el acontecer de la vida y ésta ofrece acontecimientos que producen bienestar y acontecimientos que producen tristeza, es su naturaleza. Aunque seguiremos sufriendo altibajos con la meditación seremos capaces de encajar mejor los golpes y de sentirnos menos derrotados porque esta práctica nos enseña nuevos métodos de enfrentarnos a las dificultades.
No es un intento de dejar de pensar o de insistir solamente en los pensamientos positivos. Dejar de pensar no es humanamente posible. La MEDITACIÓN es una forma de reconocer nuestros pensamientos, de observarlos, entenderlos y relacionarnos con ellos con mayor habilidad con el objetivo de tomar las mejores decisiones en cada momento.
No hace falta renunciar a nuestras opiniones, objetivos y pasiones, no tenemos que rechazar la diversión. Introducir la MEDITACIÓN en nuestras vidas no significa apartarse del mundo real de las relaciones, responsabilidades, trabajo, política, aficiones o celebraciones. De hecho, su práctica nos libera para que podamos implicarnos más con las coas que nos interesan, normalmente de una forma más sana.
No es mirarse el ombligo. La MEDITACIÓN no consiste en ser totalmente indulgente con uno mismo ni en centrarse tan sólo en las necesidades propias. Cierto es que aprenderemos mucho sobre nosotros mismos pero será un conocimiento que nos ayudará a comprender mejor a las personas y a conectar con ellas.
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